Sebastián Ortega nos pleanteó una idea extraña. Una telenovela cuestinable sobre su formato, que más a culebrón parecía unitario. Pero no sólo eso, convocó a las personas exactas para encarnar el papel exacto. El Tiempo no Para nos relató la historia de ocho amigos que se vuelven a reencontrar en el velorio de uno, Martín Sugastti, y con ese reencuentro la historia inicia. Una vez allí, la telenovela nos transportó al mundo que estos mismos personajes vivían, metiéndonos en sus pensamientos, sus costumbres y sus miedos. Más de uno se abrá emocionado con el fantasma de Florencia persiguiendo a todos los chicos, habrá esperado con ansias aquél video que iba a cambiar sus vidas o hasta habrá derramado alguna lágrima el día que Anita se fue y su madre le suplicó que no lo hiciera. El Tiempo no Para no será una novela excelente (porque bien en este foro se habló de sus mil y un errores, hasta de edición), pero por lo menos no quedará como una novela más. Los pintorezcos personajes que desfilaron tenían cordura, tenían una razón de ser. No se actuaba por medio de un guión, sino que se actuaba por medio de la vida misma. Todos recorderamos la espontaneidad que tenía el elenco a la hora de decir sus líneas, sobretodo el sector femenino. Quien haya escuchado una entrevista a Julieta Ortega o a sus compañeras, sabrá que sus actuaciones no eran exageradas, que nunca aspiraron a ser quienes no son. Sólo fueron ellos mismos. Cosa que se agradece. Queda el análisis de cada uno, sobre si la televisión argentina estaba preparada para esto. Una novela donde ningún malvado era completamente malo ni ningún héroe era completamente bueno. Todos, como en la vida misma, tenían su mitad y mitad. Cada uno tenía secretos (ay, los secretos), que por algo siempre los quisieron ocultar. Secretos que hacían que los chicos se den cuenta de que no eran perfectos, sino simples seres humanos.La Argentina estaba tan acostumbrada a los estereotipos, que ver una serie en donde no se podía odiar o querer completamente a algún personaje, hizo que a muchos no les interesara.La gente desea ver héroes, no reflejos de ellos mismos. La sola idea de que una telenovela relate que todos los seres somos personas ambiguas, pudo ser el detonante del miedo a seguir viéndola. Pero, como hubiera sido un nombre tentativo para la novela, nada es para siempre. Pronto termina una de las novelas que dejará un ante y un después en algunos. Una novela que hará que se vean con otros ojos a las producciones que siguen, porque aquí tenemos una base. Una base para saber distinguir si lo que nos cuentan es la vida misma o es un culebrón.Una novela que no tuvo miedo de romper todas las reglas. Donde no tuvo miedo de mostrar la crudeza de la realidad cotidiana.Una novela, como la vida, donde los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos.
16 nov 2006
La Despedida
Sebastián Ortega nos pleanteó una idea extraña. Una telenovela cuestinable sobre su formato, que más a culebrón parecía unitario. Pero no sólo eso, convocó a las personas exactas para encarnar el papel exacto. El Tiempo no Para nos relató la historia de ocho amigos que se vuelven a reencontrar en el velorio de uno, Martín Sugastti, y con ese reencuentro la historia inicia. Una vez allí, la telenovela nos transportó al mundo que estos mismos personajes vivían, metiéndonos en sus pensamientos, sus costumbres y sus miedos. Más de uno se abrá emocionado con el fantasma de Florencia persiguiendo a todos los chicos, habrá esperado con ansias aquél video que iba a cambiar sus vidas o hasta habrá derramado alguna lágrima el día que Anita se fue y su madre le suplicó que no lo hiciera. El Tiempo no Para no será una novela excelente (porque bien en este foro se habló de sus mil y un errores, hasta de edición), pero por lo menos no quedará como una novela más. Los pintorezcos personajes que desfilaron tenían cordura, tenían una razón de ser. No se actuaba por medio de un guión, sino que se actuaba por medio de la vida misma. Todos recorderamos la espontaneidad que tenía el elenco a la hora de decir sus líneas, sobretodo el sector femenino. Quien haya escuchado una entrevista a Julieta Ortega o a sus compañeras, sabrá que sus actuaciones no eran exageradas, que nunca aspiraron a ser quienes no son. Sólo fueron ellos mismos. Cosa que se agradece. Queda el análisis de cada uno, sobre si la televisión argentina estaba preparada para esto. Una novela donde ningún malvado era completamente malo ni ningún héroe era completamente bueno. Todos, como en la vida misma, tenían su mitad y mitad. Cada uno tenía secretos (ay, los secretos), que por algo siempre los quisieron ocultar. Secretos que hacían que los chicos se den cuenta de que no eran perfectos, sino simples seres humanos.La Argentina estaba tan acostumbrada a los estereotipos, que ver una serie en donde no se podía odiar o querer completamente a algún personaje, hizo que a muchos no les interesara.La gente desea ver héroes, no reflejos de ellos mismos. La sola idea de que una telenovela relate que todos los seres somos personas ambiguas, pudo ser el detonante del miedo a seguir viéndola. Pero, como hubiera sido un nombre tentativo para la novela, nada es para siempre. Pronto termina una de las novelas que dejará un ante y un después en algunos. Una novela que hará que se vean con otros ojos a las producciones que siguen, porque aquí tenemos una base. Una base para saber distinguir si lo que nos cuentan es la vida misma o es un culebrón.Una novela que no tuvo miedo de romper todas las reglas. Donde no tuvo miedo de mostrar la crudeza de la realidad cotidiana.Una novela, como la vida, donde los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos.